El alero reconvertido a ala-pívot está firmando los mejores números de su carrera deportiva, siendo el corazón y el alma del nuevo Unicaja, es el nacional de la ACB más valorado, el mejor en tiros libres y el décimo de dos

Eligió el dorsal 43 para esta temporada porque venía del más profundo pozo en el que jamás se había sumergido como deportista. Podría haber sido el 58, el 76 o el 99. Lo importante, lo único que tenía sentido entonces, era cambiar, hacer algo diferente. Desmoralizado, fuera de sitio, sintiéndose un jugador infrautilizado, Carlos Suárez llegó este verano a Málaga, tras ser el último en marcharse de vacaciones y trabajar en Estados Unidos durante una semana, dispuesto a cambiar su delicada situación. Contra lo que muchos dijeron, Suárez llegó más fino, más modulado y con menos peso, ya que perdió algo de masa muscular en el tren superior.

La pretemporada fue buena. Sin los problemas en el gemelo del pasado curso. Pronto supo que tenía que dar un paso al frente. Sin Will Thomas en la retaguardia, el puesto de «cuatro» quedaba desguarnecido, porque Jeff Brooks dejó claro que su talento se muestra por el momento a cuentagotas y que le iba a costar adaptarse a su nuevo equipo. Suárez es, como en la oscarizada película, «El Renacido». Ha derrotado a ese feroz oso que para él significó el cambio de ubicación en la pista y ahora es un hombre nuevo, feliz. Se le ve en la pista y también en los detalles, como en la jovialidad que muestra por su nueva cuenta de Twitter, donde volvió tras dejar a un lado las redes sociales.

Los números de Suárez son los mejores de su carrera en Málaga y también los que firmó en su etapa tanto en el Real Madrid como en sus inicios en el Estudiantes. El de Aranjuez promedia este curso 2016/17 en los 12 partidos que ha disputado ya con el Unicaja 9,3 puntos (39,4% en triples), 5,4 rebotes, 2,4 asistencias y 14,6 de valoración. Sigue conservando su liderato en la ACB dentro del ránking nacional, con una valoración media de 16 puntos, por delante de Álex Mumbrú (16), Fran Vázquez (15,6), Sergio Llull (15,6) y Javier Beirán (15).

De Suárez al «capi». Pero hay algo más que no se ve en los números, que no se vislumbra en las estadísticas. Es su liderazgo «sano» dentro del vestuario, tan dañado el pasado curso. El madrileño ha dejado de ser, para el gran público, Carlos Suárez. Ahora se ha convertido en el «capi». Joan Plaza le dio galones, en contra de la esperada corriente que apuntaba al único canterano y malagueño del equipo, Alberto Díaz, como nuevo capitán. Como en su día hizo Bozidar Maljkovic con Bernardo Rodríguez.

Plaza señaló al de Aranjuez y él asumió el reto con ilusión. El «capi» no es lo mismo que ser Suárez. El capitán del equipo es una figura indispensable. Y él la ha asumido con naturalidad, a sus 30 años, y en su última temporada de contrato con el Unicaja.

Ésta es su cuarta campaña ya y, ni qué decir tiene, está firmando sus mejores números. Como «tres», hace dos años, fue el mejor alero alto nacional. La travesía por el desierto del pasado curso, hacia el puesto de «cuatro», fue convulsa y complicada. Adaptado a un nuevo rol, ahora Suárez es más imprescindible que nunca. Es, de hecho, su temporada con más tiempo en pista, y ya se sabe que cada minuto con Plaza es oro. En su primera temporada en Málaga, en 2013/14, el madrileño promedió 23:53 minutos en sus 65 partidos. El siguiente, en el que fue el mejor «tres» de la Liga, 22:08. En su peor curso bajó a 18:45. Ahora está en 24:12 minutos. Un tiempo en el que promedia 9,3 puntos (39,4% en triples), 5,4 rebotes, 2,4 asistencias y 14,6 de valoración. E incluso ha llegado ya a su triunfo 100 en el Unicaja, donde ha disputado ya 194 partidos.

Nunca había hecho tan buenos números, jamás había llegado a esa valoración, que osciló de los 9,2 del primer curso, a los 10,4 del segundo y a los 6,5 de la pasada campaña. Está, además, tirando mejor que nunca en Málaga. Su porcentaje desde la línea de tres está al nivel de los mejores especialistas, con casi el 40% de acierto desde el arco de 6,75 metros. Había estado en el 33% en su primer año y desde ahí bajó al 29,9% en el segundo y 26,7 en el tercero. Contrasta con su actual 39,4.

Rafael M. Guerra